Comentario
Poco se puede matizar sobre la conformación étnica de las comunidades de Europa continental, que conformaron a partir del 1300 a.C. la cultura de Hallsttat y que Reinecke dividió en cuatro etapas, dos que cubren en el Bronce Final (A y B) y dos la Primera Edad del Hierro (C y D). Se fundamentó la cultura hallsttática en varios elementos de su cultura material, los enterramientos de incineración, llamados campos de urnas y la producción cerámica donde destacaban los recipientes con un alto cuello cilíndrico. De entre la producción metalúrgica en bronce se deben citar armas, como las espadas tipo Erbenheim o Hemigkofen, con sus clásicas hojas con formas foliáceas con el final ensanchado, que en el Hallsttat C fueron sustituidas por los tipos Mindelheim, con pomos en forma de sombrero, y las tipo Gündlingen, algo más cortas y ya en bronce o hierro; también los puñales de Hallsttat D, que sustituyeron a las espadas en un momento posterior, las hachas de aletas, las fíbulas, las agujas, y recipientes como las sítulas, primero lisas y después con decoración repujada.
No obstante esta primera lectura global, la investigación ha comenzado a encontrar matices que permitirán poco a poco incidir en la diferencia regional, aunque hasta el momento ésta se ha limitado a los elementos de la cultura material y no a otros factores como el poblamiento y su asociación a la diversidad ritual en el enterramiento; en esta línea comienzan a definirse grupos como el de Lausitz (Lusacia) al sur de Polonia y este de Alemania, hoy perfectamente diferenciado del grupo Hallsttat. En otros casos, las diferencias regionales se han practicado exclusivamente a partir de la cultura material mueble de su tradición cultural anterior; éste es el caso del sur de Inglaterra y noroeste de Francia, que partía del Bronce Final Atlántico y mostraba significativas diferencias en sus tipos metalúrgicos locales, como el hacha de cubo y la asunción matizada del armamento hallsttático (se tomó el escudo o la espada, pero no la armadura). De aquí que, en Gran Bretaña al menos, el periodo se haya secuenciado en las fases Taunton-Penard-Wilburton-Ewart Park hasta alcanzar el Hierro Antiguo, hacia el 700 a.C. Un tercer caso es el área no hallsttática de la zona occidental de la Península Ibérica, con grupos como el de Cogotas I, muy arraigados en la tradición anterior de la Edad del Bronce. En otras zonas como el área de las sítulas decoradas comprendida entre Hungría, Austria, Eslovenia y norte de Italia, el contenedor de bronce convertido en fósil-guía será lo que dé nombre al grupo. Por último, en algún caso como el área sur de la actual Yugoslavia, han sido los enterramientos de incineración bajo túmulo los elementos definidores del área cultural.
Excluidas estas zonas periféricas, el grupo hallsttático propiamente dicho ha tenido una de sus más interesantes ordenaciones, desde el punto de vista regional, en el trabajo de P. Brum, que ha utilizado para ello una matriz al modo en que lo planteaba J. D. Clarke, es decir, un dendrograma que ordena una amplia información cultural desde varias escalas de asociación; o bien a partir de un número limitado de componentes culturales asociados, que correspondería a los tecnocomplejos socioeconómicos caracterizados en amplias unidades regionales, o bien áreas más reducidas, que comparten más elementos culturales y que son definidas por el concepto de cultura, pasando por una escala intermedia que se define en los grupos culturales. En el primer nivel, Brum ha establecido dos grandes tecnocomplejos: uno, definido como nor-alpino o hallsttático, y otro, como atlántico. Aun cuando no aparece definido, ha de pensarse en la existencia de un tercero, sur-alpino o mediterráneo de tradición de campos de urnas, compuesto por las culturas de Golasseca, Franco-catalana, Este o Paleovéneta y sur de Yugoslavia. En el nor-alpino incluye dos amplios grupos culturales, uno oriental y otro occidental, correspondiendo al primero, al sur, la Cultura de la Cerámica Grabada-estampillada o de la Baja Austria-Baviera y, al norte, la de Bohemia-Palatinado. En el grupo occidental, sitúa al sur la Cultura del Jura y al norte la del Marne-Mosela, que incluyen a su vez unidades como la de Aisne-Marne, Hunsrück-Eifel o Berry (esta última con problemas de definición). Sobre esta clasificación, Brum establece un doble concepto, que convendrá valorar críticamente en su momento: de una parte, la identificación de las culturas con unidades políticas que él llama principados, y de otra, su teoría del proceso de desplazamiento del predominio político cultural en el seno del tecnocomplejo socio económico, que interpreta en función de un análisis centro-periferia, de tal modo que durante el Hallsttat C, ya en la Edad del Hierro, los centros dominantes serán los orientales (Hallsttat, Sticna, etc.), para pasar este papel dominante, con el Hallsttat D, a ser una característica de la Cultura del Jura (Heuneburg, Vix, etc.), quizá como consecuencia de la fundación de Massalia y la consiguiente apertura de las rutas mercantiles a través de los ríos franceses. Por último, durante La Tene A, es decir, ya en el siglo V a.C., se produciría un deslizamiento del predominio económico-cultural hacia la periferia norte, es decir, hacia las Culturas de Bohemia y Marne-Mosela.
Dos corrientes han acabado por sintetizar hoy las diferentes hipótesis que se han desarrollado sobre el origen y constitución de los celtas. Ambas posiciones retoman el viejo debate difusionismo-evolucionismo, si bien exponiéndolo bajo fórmulas más sofisticadas.
La tradición difusionista ha olvidado, con el paso del tiempo, el concepto de oleada, para acabar ajustándose al de celticidad acumulativa que hiciera C. Hawkes, por el cual ya no es una continua invasión de pueblos celtas lo que justificaría la extensión de la cultura material de La Tène; no se discute, sin embargo, la existencia del núcleo céltico originario, que se define en los territorios centroeuropeos del modelo de poblamiento de los oppida.
Recientemente C. Renfrew, desde una perspectiva neofuncionalista, se ha convertido en abanderado de la primitiva posición evolucionista al fijar el concepto de celticidad acumulativa recíproca, por el que ya no existe un eterno núcleo céltico donante y diferentes núcleos receptores, sino una área muy amplia, que va desde la Europa del Norte, incluidas las islas Británicas, a los Alpes y desde Francia occidental a Checoslovaquia, donde se produce una continua interacción entre grupos para construir, en el siglo V a.C., lo que hoy se reconoce como Cultura Céltica. Para fundamentar esta hipótesis, Renfrew establece dos principios: de una parte, que la lengua es el elemento básico en la definición de un pueblo y ello no tiene por qué ser equiparable a la cultura, el arte o las costumbres (en este caso los celtas encuentran su definición étnica en la lengua indoeuropea), y de otra, que para encontrar la presencia del indoeuropeo hay que retrotraer el punto de arranque del pueblo celta al 4000 a.C. con la llegada a la Europa templada de los primeros agricultores y pastores. Esta lectura no cierra la posibilidad de la difusión, ya que reconoce que las áreas célticas del sur de Europa, excluidas de este largo proceso formativo, sí pudieron ser efecto de invasiones, tal y como apuntan las fuentes para el norte de Italia, la España atlántica y Portugal.
No obstante, el debate propuesto para la identificación cultural de los celtas se continúa haciendo a través de la cultura de La Tène y aunque la primera reflexión ponga en cuestión este hecho, destacamos aquí sus rasgos más característicos en el campo de la cultura material, aunque sólo tenga el valor de definir a los celtas centroeuropeos.
La cultura de La Tène implica en el campo de la cerámica un hecho tan fundamental como es la aparición de la producción a torno, que ya comenzó a constatarse en los asentamientos del último Hallsttat, pero restringida en su distribución a los núcleos destacados del poblamiento, como Heuneburg o Mont-Lassois. Entre los elementos más característicos de esta producción hay que destacar que la introducción del torno fija una serie de formas muy presentes en el Hallsttat D, así cabe valorar los tipos reconocidos en el grupo que Hunsrück-Eifel y en Europa central, los jarros llamados Linsenflaschen, que en Baviera aparecen decorados con animales y presentan una forma de botella con el cuerpo achatado y un largo y estrecho cuello, y los cuencos tipo Braubach, con perfil en S y un baquetón en la inflexión del cuerpo. En la fase de los oppida, son producciones cerámicas características los recipientes de cocina tipo Graphiltonkeramik, pero sobre todo las cerámicas pintadas en rojo y blanco con motivos geométricos que, en algunas áreas como en la Francia central, muestran figuras estilizadas de animales. En cuanto a los estilos decorativos de la metalurgia, que como las fíbulas y las espadas han tenido amplios estudios tipológicos, ha de señalarse que durante toda la secuencia de La Tène existen al menos tres estilos: el primero ligado al siglo V a.C. y reconocido como orientalizante, representado en el cuenco de oro de Schwarzembach, en el que los motivos mediterráneos son interpretados por el artesano indígena creando un friso de flores de loto y palmetas; el segundo se documenta hacia el siglo IV a.C., se trata del estilo céltico reconocido en la tumba Waldalgeshein, que hizo hablar, en algún momento, del maestro de esta localidad y aunque hoy está descartada esta idea, ha de reconocerse la existencia de una escuela de decoración que juega con dibujos relacionados con el motivo mediterráneo de la vid, entrelazando sus tallos en formas simétricas o asimétricas; por último, debe citarse el grupo de estilos tardíos que se reconocen a partir del siglo III a.C. y son: el plástico, para la decoración tridimensional de los torques, y el de las espadas, para las superficies planas; ambos tienden a una estilización de los motivos anteriores.
Espadas y fíbulas, entre otros elementos de la cultura material, jugarán un importante papel en la definición cultural de los celtas, pero este proceso que se sigue muy bien en las fíbulas de La Tène B, tipo Münsingen (caracterizadas por presentar una roseta decorada al estilo Waldalgeshein), que se extienden desde Checoslovaquia a Suiza, sin embargo la tendencia se quiebra a partir del final de la fase citada por el desarrollo de tipos locales que producen una cierta regionalización, manteniéndose en todo caso el horizonte cultural general en objetos más prestigiosos, como las espadas.
Otro nivel cultural es el de los ritos de enterramiento, que se define por la sustitución del rito de inhumación, que domina en el siglo IV a.C., por el de incineración, que acaba imponiéndose durante el periodo de La Tène C. No obstante, sobre esta base de síntesis intervienen particularidades locales; así, durante los siglos IV y III a.C. no se documentan enterramientos en la zona de Hunsrück-Eifel, pero a partir de mediados de La Tène C, mientras en términos generales en Europa decae el interés por los ricos ajuares depositados en los enterramientos, en la zona de Hunsrück-Eifel renacen estos conceptos rituales, al igual que en las islas Británicas, con la aparición de las tumbas con carro.